En la casa de una arquitecta en un barrio cerrado de Salta, queda reflejada la visión de su Estudio: crear espacios que reformulen de manera actual el modo de vivir de esa provincia, siempre abrazados al paisaje.
“Que la construcción acompañara la pendiente fue prioritario”, dice la arquitecta Carolina Ramos Mejía, dueña de esta casa que proyectó junto con su socia, Verónica Etchegaray. Ese desafío no solo habla de una necesidad específica, sino también de algo que les gusta a las representantes de este Estudio salteño. “Aunque es complejo, en un punto facilita nuestro primer compromiso: insertar cada proyecto orgánicamente en la naturaleza”.
Ciudad en transformación
El primer viaje de Living a Salta fue 24 años… ¡Qué cambio desde entonces! Aun trazando una línea entre el de 2019 y el que hicimos en junio, es notorio el movimiento de la capital a los barrios cerrados, que no dejan de multiplicarse. Carolina llegó a este hace siete años con su marido, Héctor Cornejo D’Andrea, y sus hijos, y recuerda muy bien cuando solo veía un puñado de casas desde el ventanal. La suya tiene la ventaja de estar elevada, lo que les permite gozar diariamente de los cerros y de la ciudad encendida por las noches, algo que se trabajó a fondo.
"Siempre trabajamos de un modo muy conectado con el entorno y estas vistas así lo reflejan: la casa no sobresale, se amolda al cerro."
Arq. Carolina Ramos Mejía, dueña de casa y socia del estudio ERM Arquitectas
“Les damos suma importancia a los patios, clásicos de la arquitectura colonial, pero actualizados. Como este, que se asocia con el interior sin ser un semicubierto: es más un exterior recogido donde podés disfrutar del sol del invierno al reparo”.
“En el sector social, blanco y despojado, el énfasis está puesto en su función de fuelle entre las vistas. Una de nuestras metas constantes como Estudio es hacer que las casas vivan el exterior. Por eso, a diferencia de los clásicos, este patio no fue rodeado de construcción. Si de un lado está la gran abertura transparente, del otro se apoya en un muro de contención bajo, que deja apreciar el verde que sube por la barranca”, nos expica Carolina.
“Hay muchas maneras de vivir el patio. Funciona como recibidor, es el lugar de la parrilla y también el de un café cuando alguien viene de visita y el día acompaña”.
El corte de patas a la mesa heredada que se ubicó en el centro del living conllevó una pequeña discusión, pero finalmente Carolina convenció a su marido de que era la mejor manera de incluirla en el esquema de un modo relevante, dada su escala. Arriba, a la derecha, una imagen del estudio de Héctor, que está pasando la puerta junto a la salamandra. Gran cultor de la música, la poesía y las tradiciones ecuestres salteñas, la montura y los aperos no son decorativos en absoluto: los usa en sus habituales cabalgatas por los cerros, como también en las anuales en honor a Güemes. Foto en blanco y negro de Céline Frers.
“Elegí para el comedor una obra del artista salteño Nicolás Picatto porque me gusta cómo queda su particular manera de jugar con el color en esta casa tan blanca”.
Hacia la cocina
Desde el living-comedor, la puerta corrediza comunica con el hall de entrada, pero también le da intimidad a la vida familiar en la cocina, o si se quiere bajar a los dormitorios -sin interrumpir reuniones ajenas- por una escalera muy arquitectónica iluminada desde una claraboya.
“El proyecto tiene la voluntad de dirigir las miradas y, en la cocina, la intención fue llevarlas al patio. La sorpresa del paisaje grande aparece en el living, por eso también el hall es cerrado”.
A Carolina le importa que en su casa se coma casero, bien y sano, y la mesa de 4 metros que diseñaron con su socia −en lapacho tratado con laca de tres componentes− se usa como una mesada más al momento de trabajar.
La opción de la escalera exterior
Abajo, vista del playroom con una versión mini de la salamandra (Ñuke), adonde se accede desde el interior, o bajando por la escalera caracol roja, en el extremo de la galería.
Dormitorio en planta baja
“Lejos incomodarme, me gusta bajar algunos escalones para llegar a mi cuarto. Es un recorrido que te da una sensación de mayor privacidad y protección”, dice la dueña de casa, sobre los pasos que hay que dar para ir reduciendo los decibeles y antes de llegar al sector privado.
“Como da a la casa vecina, esta pared tenía que ser ciega. Pero yo siempre busco tener una ventanita. Casi al ras del piso, cambia totalmente la vista desde la cama”.
Carolina está muy satisfecha con los postigones corredizos. “Me permitieron resolver varias cosas con un mismo gesto: estética, seguridad y protección térmica, además de que evitan la condensación en las ventanas de aluminio”. La dirección horizontal de sus tablas de kiri juega con las del cielo raso de la galería.