Dos profesionales del turismo de lujo, además de grandes coleccionistas, nos hicieron probar lo más granado de la hospitalidad cartagenera en su casa impecablemente restaurada.
Durante un viaje, pocas cosas emocionan como ser invitado a comer a la casa de un lugareño. Pero jamás pudimos imaginar que íbamos a pasar una velada en una casa centenaria de Cartagena, sentados a una mesa puesta con rancia sofisticación europea y menú tradicional, charlando con Ricardo Hernández Caballero y Jaime Martínez García, generosos dueños de casa y dos maestros del arte de la conversación, en la que se entrelazaron antepasados ilustres, antiguas costumbres, gestas heroicas y, por supuesto, los mejores datos de la ciudad.
Por unas horas, no solo estuvimos en otro lugar, sino en otra época, esa que describe tan bien Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera, historia situada en esta antigua ciudad. “Yo soy de Cartagena, pero viví durante casi veinte años en España. Jaime es español. Una vez vinimos juntos de viaje y me dijo: ‘Me enamoré de este lugar y quiero vivir acá’. Así fue que vinimos a esta casa de herencia familiar, que estaba infrautilizada y nadie quería alquilar. Nosotros nos metimos de lleno a restaurarla. Y nos trajimos todos los objetos de uno y otro, al margen de que mi madre nos dio algunos otros, como el juego de comedor, diciendo: ‘Yo ya lo disfruté, ya lo usé; ahora disfrútenlo ustedes’”. Y así lo hicimos.
Profesionales de la hospitalidad
Desde hace quince años, Ricardo y Jaime están al frente de Singular Luxury Travel Designers, su empresa de turismo que elabora experiencias únicas para pequeños grupos con intereses muy concretos. “Al señor le gusta la historia; a la señora, la arquitectura y la moda; ambos juegan golf. A partir de ahí, hacemos un ejercicio creativo para idear la experiencia. Y a veces tenemos que buscar personas que no están en el contexto turístico: historiadores, arquitectos, artistas, personas destacadas en muy diversas disciplinas, que nos permiten proveerles a nuestros clientes un itinerario excepcional”.
Es frecuente que preparen paquetes para familias que incluyan clases de cocina cartagenera o clases de salsa. “La música y el baile son parte de nuestra idiosincrasia. Hay muchísimos músicos aquí y es muy fácil que en los lugares donde hacen música en vivo veas grupos muy buenos: la salsa, la cumbia o la champeta, este fenómeno afrocaribeño que ha surgido aquí hace pocas décadas y que ha tenido mucha acogida”. También está, por supuesto, el complemento de las islas cercanas para disfrutar de un Caribe más intenso.
"Acá hay casi 500 años de conquista y colonia, innumerables hechos heroicos, tristes, alegres. Tienes mucho para recrearte con todo ese componente épico de la ciudad".
Una casa de novela
“Somos coleccionistas de arte, tenemos unas buenas herencias familiares de cuadros, muebles y vajilla y, además, compramos cosas por el mundo. En síntesis, somos seres desmedidos, como todo coleccionista. Cuando llegamos acá, encontramos el lugar ideal para conjugar todo aquello”, nos decía Ricardo. Esa desmesura colorida está en el centro del corazón cartagenero que tan -pero tan- bien describe García Márquez. Miren, si no, esta cita tomada de El amor... : “Le gustaba por la casa misma, luminosa y fresca, con cuatro ventanas grandes hacia el mar, y al fondo la vista completa de la ciudad antigua. Le gustaba la cantidad y el esplendor de las cosas que le daban a la sala un aspecto confuso y a la vez riguroso, con toda clase de primores artesanales que había ido trayendo de cada viaje, hasta que ya no hubo lugar para uno más”.
“El sillón largo era austero, monacal, pero lo hicimos más cómodo. Pero así eran los bancos que estaban en los patios de las casas”.
“A este tinajero mi abuelo le mandó a hacer las patas en los años 50. Ahí se ponía el agua para el consumo doméstico. Como no había nevera, si tu querías un vasito de agua, lo sacabas de allí. El barro es poroso y refresca el agua”.
"La vajilla que está colgada fue parte del ajuar de la bisabuela de Jaime. Es de la casa Pickman, hecha en La Cartuja de Sevilla. Sobrevivió intacta a la Guerra Civil Española, una maravilla", dice Ricardo. "También es milagroso que haya llegado intacta a Cartagena", se ríe Jaime.
Una personalidad singular
“Nos dimos cuenta de que nuestra casa les llamaba mucho la atención a nuestros clientes y se la cedíamos a Singular para pequeños eventos. Es que la mesa cartagenera siempre fue muy opulenta, en el servicio y en el repertorio de platos criollos. A mi regreso de España, me dediqué a investigar esas recetas con familia y amigos (tengo recuerdos de pequeño de cómo en mi casa lavaban el arroz o rallaban el coco, y eso me ayudó a reconstruirlas) o de libros como la biblia de la culinaria local: Cartagena de Indias en la olla”.
“La gente aquí es muy ‘descomplicada’, de un carácter que es uno de los grandes activos de la ciudad: su voluntad de ser feliz con lo que hay. Y mañana, ya veremos”.
Entre las costumbres que vivimos en cada ocasión que nos recibieron, estuvo el convidar con un vaso de limonada recién hecha, sin preguntar siquiera: se entiende que hace calor y que hace falta refrescarse. Y en la casa de Ricardo y Jaime, llegó en bandeja de plata.